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Un espacio diferente

La diáspora dominicana. Se puede joder si no juega bien su ultima carta

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Oct 5, 2025

Por Bolivar Balcacer

Trump ha vuelto a la Casa Blanca y Nueva York, quebrada y harta, mira a Zohran Mamdani —el joven izquierdista musulmán— como la promesa de una revolución que tal vez no pueda costear.

Mientras tanto, la comunidad dominicana, alguna vez el músculo político más disciplinado de la ciudad, se ahoga en su propio caos.

En el distrito que Adriano Espaillat llama su feudo, la miseria ya no se oculta con discursos. Las calles están arropadas por el desempleo, los robos, los asaltos, la muerte, la droga y la desesperanza. La violencia crece mientras los líderes locales se reparten culpas. Nadie asume responsabilidad; todos posan para la foto y de nuevo juegan a la traición y al transfuguismo dentro de su propio partido lleno de demonios y mercaderes, que se venden como putas sin panties con tal de estar en el poder.

Y lo más alarmante: el propio Espaillat ya no goza del apoyo total de su gente. Muchos dominicanos sienten que los traicionaron las mismas manos que pedían su voto.

Sin respaldo sólido de alguno de los funcionarios electos y sin un proyecto económico real, el congresista enfrenta el momento más delicado de su carrera.
Carmen De la Rosa una muñequita de trapo sucio y otros rostros de la vieja guardia, miran de reojo, tratando de sobrevivir al derrumbe político que ellos mismos alimentaron con años de clientelismo y promesas incumplidas. La política, como el dominó, se gana leyendo las fichas antes de tirarlas, y en esta partida son muchos los que se han quemado, incluso empresarios que pasaron a una lista negra desde que salió la foto.

La división interna es brutal: los jóvenes dominicanos progresistas coquetean con Mamdani, mientras los mayores llenos de sabiduría, cansados de la retórica, se resignan al orden de Trump.

Entre ambos extremos, una comunidad se desangra en silencio. Espaillat y compañía parecen haber olvidado esa lección.

Y si no se mueven con inteligencia, podrían ver cómo su influencia —y la voz dominicana en la ciudad— se esfumará entre los escombros de un poder que ya no les pertenece y se les ve como conspiradores y enemigos de la Casa Blanca.

Si Mamdani gana la alcaldía sin una base dominicana cohesionada, no sólo sellará el fin del “imperio Espaillat”: también dejará a toda una diáspora atrapada entre el fuego cruzado de Washington y el colapso moral de su propio liderazgo local, convertido yá en «vómito de perro viralata».

Nueva York siempre fue tierra de oportunidades

Hoy, para muchos dominicanos, parece tierra de incertidumbres. Mamdani puede llegar a la alcaldía. Y una vez allí, con Trump en Washington y un Nueva York quebrado, la comunidad dominicana muy mal vista ultimamente, quedaría atrapada entre dos fuegos: la derecha que los desprecia y la izquierda que no los necesita. Por que votará?

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