• Dom. Nov 2nd, 2025

Cuentas Claras Digital

Un espacio diferente

El Poder Moral de la Iglesia y de los Estados Unidos que Desplaza Dictaduras de Derecha y de Izquierda

Nov 1, 2025

Por Víctor Manuel Grimaldi Céspedes


1. Introducción: Dos líderes morales en un mismo tiempo histórico

El año 1977 marcó un punto de inflexión en la historia contemporánea. Desde Washington, el presidente Jimmy Carter asumía la presidencia de los Estados Unidos con una agenda moral inédita en la política exterior norteamericana: la defensa universal de los Derechos Humanos. Casi simultáneamente, en octubre de 1978, el cardenal Karol Józef Wojtyła, arzobispo de Cracovia, era elegido Papa bajo el nombre de Juan Pablo II. Ambos líderes, desde esferas distintas —la política y la espiritual—, coincidieron en una visión esencial: la dignidad humana debía prevalecer sobre la lógica de los bloques ideológicos que dividían al mundo.

Carter y Juan Pablo II no actuaron como aliados formales, pero la convergencia moral y estratégica de sus decisiones entre 1977 y 1991 cambió el curso de la historia: en América Latina, precipitó el colapso de las dictaduras militares sostenidas por la Guerra Fría, y en Europa contribuyó al derrumbe de los regímenes comunistas y a la caída del Muro de Berlín en 1989.

2. Antes de Carter: la indiferencia histórica de Washington

Desde la Conferencia de San Francisco (1945) que dio origen a la Organización de las Naciones Unidas, los Estados Unidos fueron firmantes de la Carta de la ONU y promotores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948). Sin embargo, su política exterior hacia América Latina durante las décadas siguientes fue indiferente a la defensa de los derechos humanos. Su prioridad, desde la Doctrina Truman (1947) y durante toda la Guerra Fría, fue contener la expansión del comunismo, incluso a costa de apoyar regímenes autoritarios.

Durante más de treinta años, Washington respaldó o toleró dictaduras militares consideradas “amigas” del bloque occidental. Ejemplos claros fueron: el golpe contra Jacobo Árbenz en Guatemala (1954); el respaldo tácito a Rafael Leónidas Trujillo en la República Dominicana hasta su ruptura en 1960; las estrechas relaciones con Anastasio Somoza en Nicaragua y con los regímenes militares de Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y Chile tras el golpe de Augusto Pinochet (1973).

Mientras Estados Unidos hablaba de libertad frente al comunismo soviético, mantenía silencio ante la represión y la tortura en su propio hemisferio. Solo tras la crisis moral de Vietnam, el escándalo de Watergate y la pérdida de autoridad ética internacional surgió un liderazgo dispuesto a reorientar esa política.

3. Jimmy Carter y la Doctrina de los Derechos Humanos

Con su discurso inaugural del 20 de enero de 1977, Carter colocó los derechos humanos en el centro de la política exterior estadounidense, afirmando: “La política exterior de los Estados Unidos debe reflejar nuestros valores morales nacionales.” Su asesor de Seguridad Nacional, Zbigniew Brzezinski, de origen polaco, fue el arquitecto intelectual de esa transformación. Por primera vez, la Casa Blanca condicionó la ayuda militar y económica al respeto por la libertad política, la integridad personal y el debido proceso.

Impacto en América Latina (1977–1981): Argentina, Chile, Brasil, Uruguay, la República Dominicana y América Central sintieron la presión moral de una política exterior que exigía rendición de cuentas. Carter no solo predicó la ética: la aplicó como política pública internacional. Su ejemplo modificó el lenguaje diplomático y legitimó la presión internacional por la libertad en ambos hemisferios.

4. Juan Pablo II y la revolución espiritual en Europa

El 16 de octubre de 1978, el mundo presenció la elección del primer Papa no italiano en 455 años: Juan Pablo II. Su pontificado dio un nuevo sentido al papel moral de la Iglesia en el siglo XX. Su visita a Polonia en junio de 1979 fue el detonante de una revolución espiritual. Su frase “No tengáis miedo” se convirtió en el símbolo de la resistencia pacífica frente al totalitarismo.

El movimiento Solidarność (Solidaridad), liderado por Lech Wałęsa, fue hijo directo de ese despertar. La influencia del Papa fue amplificada por su conexión con intelectuales y diplomáticos occidentales, entre ellos el propio Brzezinski, asesor del presidente Carter. De esa coincidencia nació una coordinación tácita entre Washington y el Vaticano, que luego continuaría durante la administración Reagan.

5. Coincidencias y convergencias estratégicas

Aunque Carter dejó la Casa Blanca en enero de 1981, su doctrina moral se transformó en un legado político adoptado —con otros matices— por sus sucesores. Ronald Reagan, electo en noviembre de 1980, entendió que el liderazgo de los Estados Unidos no podía sostenerse solo por la fuerza militar, sino también por su autoridad moral. Reagan mantuvo la retórica de los derechos humanos, pero la vinculó a su lucha contra el comunismo. La alianza tácita entre Reagan y Juan Pablo II, iniciada tras el atentado de 1981, fue decisiva para sostener al movimiento Solidaridad en Polonia y debilitar el bloque soviético.

En América Latina, aunque Reagan respaldó gobiernos conservadores y anticomunistas, su administración impulsó procesos de democratización en países como Chile, Paraguay, El Salvador y Guatemala, especialmente hacia finales de la década. La presión internacional y el clima político global heredado de Carter forzaron a las dictaduras a abrirse al pluralismo. El presidente George H. W. Bush (1989–1993) consolidó ese ciclo. Bajo su mandato, la Guerra Fría llegó a su fin, el Muro de Berlín cayó, y los Estados Unidos se convirtieron nuevamente en referente moral de la libertad democrática.

6. América Latina y Europa: un espejo moral compartido

Entre 1977 y 1991, el planeta vivió una transformación sin precedentes. En América Latina, las dictaduras militares fueron reemplazadas por gobiernos civiles y procesos electorales. En Europa del Este, los regímenes comunistas se desmoronaron sin intervención bélica. Ambos movimientos tuvieron un mismo núcleo ético: la afirmación de la dignidad humana como principio irrenunciable.

7. Conclusión: el legado de una convergencia moral

Entre 1977 y 1991, Jimmy Carter, Ronald Reagan y Juan Pablo II reorientaron el curso de la historia. Carter rompió con casi un siglo de indiferencia estadounidense hacia las violaciones de derechos humanos en América Latina; Juan Pablo II derrumbó el muro espiritual del comunismo europeo; Reagan consolidó la alianza entre el poder político y el poder moral de Occidente. Los tres demostraron que la autoridad ética puede ser más poderosa que las armas.

8. Epílogo: El liderazgo moral como responsabilidad permanente

Los políticos norteamericanos del presente y del futuro deberían recordar que el poder de los Estados Unidos no reside únicamente en su fuerza económica o militar, sino en su liderazgo moral. Ese liderazgo se forjó sobre los valores de la libertad, la justicia, la igualdad de oportunidades y el respeto a la persona humana, que inspiraron la fundación misma de la república norteamericana en 1776.

La experiencia iniciada por Jimmy Carter y reforzada por Ronald Reagan y George H. W. Bush demostró que la defensa de los derechos humanos puede ser compatible con la seguridad nacional y con la prosperidad internacional. Fue esa coherencia ética —y no la imposición por la fuerza— lo que consolidó la autoridad moral de los Estados Unidos en el último cuarto del siglo XX.

La historia enseña que cuando Washington ha actuado en nombre de esos principios, el mundo ha avanzado hacia la libertad. Y cuando los ha olvidado, ha perdido su grandeza.