El ascenso de Ismenia de los Santos Polanco, de cabo a segundo teniente, ha alarmado los cimientos mismos no solo del palacio de la policía, de sus miembros, sino de la misma sociedad.
Una joven que en foto se ve bella y hermosa, que tenía cinco años siendo cabo y que se presume que evito entrar hasta como raso, fue ascendida a segundo teniente cuando la verdad que muchos uniformados tienen hasta seis, siete, ocho y más años esperando ser promovidos.
La verdad es, que ello llora ante la presencia no solo de los reglamentos internos de esa institución, sino de Dios.
Esos policías alistados y oficiales que en días pasados se movilizaron en la entraña del corazón del mismo Palacio Policial, y que fueron llamado a la atención y luego echados como perros por un oficial superior, debieron quedarse ahí, jamás tenían que retirarse por el abuso de dejarlos fueras. Parece ser que no querían hacer lo que hizo un compañero de arma que se suicido porque no lo ascendieron.
Nadie me venga con cuentos, el ascenso de Santos Polanco ha violentado los reglamentos internos de una institución que se entiende debe respetar el escalafón.
Da mucha grima lo que esta sucediendo en una institución que cada día debe procurar transparentar sus acciones. Recuérdese tenía entendido, que esos tiempos habrían sido superados. ¿O es que en la jefatura policial prima el Balaguerismo del pasado, cuando todos los años se ascendían personas sin el tiempo esperado? El mundo da muchas vueltas. Que cojones.
